El Grupo de Teatro Catalinas Sur cierra su temporada número 35 de la obra que recupera relatos de vida de los propios ancestros del grupo y del barrio de La Boca. Verla hoy habilita una pregunta (entre muchas): ¿Cómo se hace comunidad en un mundo que la desarma todo el tiempo?

Por Juan Pablo Tagliafico *
Este año el Grupo de Teatro Catalinas Sur cierra su temporada número 35 de Venimos de muy lejos, una obra que se estrenó en 1990 en la Plaza Islas Malvinas, a metros del Riachuelo, de La Bombonera y de los conventillos de La Boca. Desde el inicio fue un proyecto construido a partir de la historia oral: un ejercicio de memoria activa y colectiva que recupera relatos de vida de los propios ancestros del grupo y del barrio. Esa materia prima —los relatos transmitidos, las escenas familiares, las huellas de un origen reconstruido— organiza un homenaje coral que, lejos de quedar congelado en la nostalgia, intenta pensar qué hacemos hoy con esas memorias.
La obra presenta personajes que hacen visible un universo completo: los patios del conventillo, las fiestas, la convivencia forzada y las tensiones, el imaginario de las inmigraciones de fines del siglo XIX y principios del XX. Por momentos hay una romantización evidente —inevitable cuando se trabaja con memorias afectivas— pero también aparece el desencanto, las decepciones y, sobre todo, los conflictos. Porque Venimos de muy lejos no se limita a celebrar un pasado comunitario; muestra sus zonas oscuras, sus desigualdades y sus tensiones internas.
Ese conventillo que organiza gran parte de la obra funciona como dispositivo de lectura: habilita a observar las condiciones de vida, la cotidianeidad y el hacinamiento, pero también los espacios de una sexualidad intensa, la importancia que juega allí un techo compartido y la conversión de esas viviendas precarias en un hogar. Allí se cruzan afectos, solidaridad y conflicto. Allí se sostienen historias de amor y de lucha que, a partir de escenas fugaces, nos relatan las batallas cotidianas del mundo popular de una época.
La obra también articula símbolos históricos que hacen a la relación entre la ciudad y la Nación: el Hotel de Inmigrantes, la fundación de la República Popular de La Boca, la Ley de Residencia, la Huelga de Inquilinos o de las escobas de 1907. Son referencias que permiten pensar la trama política de la época y las formas de resistencia de los sectores populares. No son simples citas: funcionan como puntos de anclaje para comprender que la vida cotidiana del conventillo estuvo siempre atravesada por regulaciones estatales, ilegalidades más o menos legítimas, conflictos laborales, controversias por la vivienda y disputas por el derecho a habitar la ciudad.
El tema de la tierra aparece en un doble movimiento. La tierra que se deja —con el dolor guardado en bolsos, petates o en los bolsillos vacíos de quienes llegaban con lo puesto— y la tierra que se encuentra, que promete otra vida posible. En ese cruce, la obra trabaja con una nostalgia por lo perdido, pero también con una esperanza por lo que se busca construir. El tono es claro: es una obra que, sin idealizar del todo, funciona como un cando a la alegría y la potencia de los de abajo.
¿Qué implica ver Venimos de muy lejos hoy? La obra convoca la comparación: ¿cómo llegaron y fueron recibidos aquellos migrantes de principios del siglo XX y qué sucede con los de fines del XX o principios del XXI? Pero la pregunta no se agota ahí. También aparece en un plano más íntimo: ¿qué pasa cuando quienes emigran son nuestras familias, amigos, afectos, quienes buscan en otra tierra las condiciones que acá no encuentran? ¿Qué pasa cuando la zona de promesas aparece en otro lugar, en otros destinos? En ese desplazamiento, la memoria migrante deja de ser un episodio ajeno y se transforma en una experiencia ineludible del presente. Como dice un personaje: “somos mezclas de mezclas”. La frase, antes descriptiva, ahora es un diagnóstico contemporáneo.
En esa vorágine, en un tiempo donde la aceleración global tiende a desarmar cualquier experiencia comunitaria, la obra permite detenerse para insistir en lo colectivo, para sostener lo común. La eficacia de Venimos de muy lejos, treinta y cinco años después de su estreno, reside justamente ahí: no prescribe una lectura del presente ni se deja arrastrar por un moralismo retrospectivo. Propone una pregunta: ¿cómo se hace comunidad en un mundo que la desarma todo el tiempo? Al mismo tiempo, ofrece pistas para empezar a responderla: volver a contarnos, una y otra vez, de dónde venimos y hacia dónde queremos ir.
*Juan Pablo Tagliafico. Sociólogo, Docente de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Hincha de Boca.
Me encantó la nota
Gracias!!!